En estos días he estado leyendo sobre la materia y de repente me doy de bruces con un hecho que me parecía imposible hace solo dos meses: me gusta el Cálculo. Entendiendo la belleza de las motivaciones que llevaron a Leibniz y Newton, en paralelo y de forma independiente, a llegar a las mismas conclusiones y ténicas. Curvas, funciones, areas contenidas y tangentes no son mas que representaciones de fenómenos naturales y observables por cualquiera. Un ejercicio de abstracción tan hermoso como filmar una película o leer un libro.
Todos aquellos científicos de una época en la cual Ciencia y Filosofía avanzaban juntas de la mano (recordemos que la Física era denominada Filosofía Natural, hermoso nombre) fueron soñadores, hombres adelantados a su tiempo que plantaron la semilla de la curiosidad. No deja de ser curioso que aquellos que ayudaron a plantar la semilla de la Ciencia moderna fuesen en general hombres profundamente religiosos (Newton publicó mas textos sobre Teología que sobre cualquier otra cosa, a pesar de haber descubierto el Cálculo Moderno y sus famosas Leyes de la Dinámica).
En mi Universidad jamás me formaron como científico ni como mente crítica. Intentaron transformame en una ovejita mansa capaz de memorizar teoremas, procedimientos y fórmulas sin preguntarme jamás el por qué de todo aquello. Y es una pena: la primera obligación de un científico es preguntar "¿por qué?"
Así que aquí estoy, mas de 15 años después, con un diploma de Licenciado En Física ya amarillento en el bolsillo, intentando aprender y descubir para que sirve todo lo que una vez constituyó el centro de mi existencia.
Lo cual no deja de ser verdaderamente literario y artístico.
El mundo será redondo o no será.
El mundo será redondo o no será.
suena: Del Shannon - You Never Talked About Me
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