Conocí la música de Midlake hace solo un par de meses. Por razones que aún no he conseguido entender, habían volado durante mucho tiempo por debajo de mi radar. Pero desde el primer día que escuché (bendito Spotify!!) su disco The Courage Of Others, me encamoré. Me enamoré sabiendo que no era un romance de dos días. Esto es para siempre. Todo lo que han hecho hasta la fecha se cuenta ya entre mis discos favoritos de la historia. Simplemente me pone los pelos de punta. Para muestra un botón.
Pero la cosa no acaba ahí. Había oido que un tal John Grant había salido con un disco tocado por los componentes de Midlake. De nuevo, por razones que no alcanzo a entender, se me olvidó hacerme con él. Y la semana pasada, en un regalo tardío de cumpleaños, llega el susodicho disco a mis manos (millones de gracias, Monsieur Rotten!!). Y de nuevo, se me mete en el corazón. Podría estarlo escuchando toda la vida. Es tan plácido, tan triste, tan inspirador como uno quiera que lo sea.
Los discos ya no cambian vidas. La música ha dejado de importar. Pero yo se cuando algo grande entra en mi vida. Y no podía ser en mejor momento.
Brindo por los grandes músicos y las canciones atemporales.
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