Aparte de otras cosas, fue un fin de semana de cine.
El viernes, en medio de los últimos y persistentes síntomas de un virus maligno alojado en mi estómago y en mis vias respiratorias, me acerqué a ver Watchmen. La verdad, por lo que había leído, no esperaba gran cosa. Error. Me divertí, pensé, me aterroricé y salí con un extraordinario sabor de boca.
Buen casting, bellamente rodada y con un ritmo muy pertinente para mantener el interés en una historia tan ambiciosa. Leí la novela gráfica hace algunos meses y obviamente no hay nada que la pueda igualar, y digo NADA, pero esta película tiene excelentes momentos. Situada en un 1985 alternativo al borde del Holocausto nuclear, paranoico, oscuro, atemorizador, narra sabiamente las aventuras de una saga de humanizados y enfermos superhéroes, cada uno con diferentes monomanías. Nunca se habló tanto del ser humano mediante la metáfora del superhéroe.
El domingo, cambio de registro. Cine en casa. La Lista de Schindler, dolorosa, enorme, necesaria. Recuerdo haberla visto en su pase por los cines, hace miles de años. Ayer fue otra cosa: un sendero doloroso, construído de grandísimo cine. Tanto dolor, tan crudos blancos y negros. Spielberg es un genio absoluto, le pese a quien le pese, y esta una de las mejores pelis que se han hecho nunca.
Es dificil quedarse con algo, porque este apabullante mosaico da una lección de historia, humanidad y contención insuperable. Se que todos lo habeis visto, lo sé. Pero a veces pienso que todos deberíamos ver este tipo de películas una vez al año. Para recordar lo que el hombre le hace al hombre. La escena final con todos los judíos de la lista desfilando ante la tumba de un hombre ambicioso, desmitificado y humano como pocos, es sencillamente abrumadora.
Incluyo la escalofriante escena final. Rememoradla, y recordad. Todo. Recordadlo. De verdad, no dejeis de dedicar los 10 minutos que lleva. Es sencillamente perfecta.
Quien salva una vida, salva al mundo entero.
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