En aquellos años, yo no era mas que un niño. Jugaba poco y leía mucho. Hablaba poco y tenía miedo de todo. Así que supongo que de alguna manera me limité a mi mismo y solo me permitía observar sin participar de lo que sucedía a mi alrededor. Jamás jugué a las chapas, ni a las peonzas, ni a correr. Practicamente a nada. Simplemente observaba.
Después, poco a poco y sin darme cuenta, crecí y me liberé un poco de los miedos que tenía. Así que entre en la vida en sociedad, descubrí el juego, descubrí la conversación. Y me lancé al mundo sin ponerme demasiadas barreras. Como quien se tira por una pendiente, a una piscina. Y así, caminé con paso firme por un mundo que en cualquier caso siempre me iba un poco grande. No puedes aprender a los 20 años lo que no sabías hacer a los 5. Es así. Somos así.
Ha pasado el tiempo y hoy tengo 37 años y me he descubierto como un ser inseguro y dubitativo. Dudo de todo lo que pienso, de todo lo que hago y especialmente, dudo de mis decisiones. Nunca se por donde voy a salir, jamás puedo anticiparme a lo que mi cerebro va a dictarme que haga. Creo que funciono por impulsos o por reflejos.....o incluso por casualidades. Algo así. Pero lo cierto es que soy una especie de bomba de relojería. Cuidate si estás cerca, porque puede ser que explote a tu lado.
Hoy es el día que me apetece volver atrás. Y simplemente observar. Aunque solo sea para intentar adivinar quién soy.
Suponiendo que exista.
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