Esta mañana hacía frío al salir de casa. Mi aliento, escondido detrás de una nube de vaho, olía a pasta de dientes y café. A veces me gustaría vivir en un pueblo pequeño y aislado, de esos donde la nieve impide a sus habitantes comunicarse con la civilización durante meses. Quedarme aislado en una cabaña, pensando, leyendo, tocando...y sin nada que hacer que no sea esperar a la primavera.
En el fondo, tampoco es tan diferente. Porque creo que el juego al que estoy jugando ahora se llama esperar a la primavera.
Que aun queda lejos.
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