martes, 9 de marzo de 2010

Entrada/Salida

Hacerse mayor es aprender a aceptar tus limitaciones. 

Al menos, yo lo aprendí así a la tierna edad de cinco años. Se me metió en la cabeza dibujar un castillo lleno de detalles, con soldados en las almenas, princesas prisioneras pretendiendo ser cortejadas por cortesanos concupiscentes y carros entrando y saliendo delante del foso. Siempre fuí un tipo muy poco dotado para el dibujo, así que despues de muchas tardes de infructuosa lucha con mis lápices y los colores, tuve que hacerme a la idea de que yo nunca sería capaz de dibujar aquel maldito castillo. Creo que lloré casi toda la noche cuando llegué a tan triste conclusión.

Similar me pasó con el deporte. Hice una prueba para entrar en un equipo de fútbol. Yo era un niño enclenque y timorato por entonces y el fútbol de las narices nunca se me ha dado bien, así que por supuesto acabé fracasando miserablemente. Era un equipo de mierda, un simple entretenimiento veraniego para niños ociosos (yo no lo era tanto, soy un producto de Vacaciones Santillana, que me tragué enteritos durante mi infancia). Y sin embargo, nada que hacer. Jamás jugaría al fútbol tampoco. Y también me costó un buen número de lágrimas y una extraordinaria decepción aquello.

Después, fueron pasando los años. Y mi vida se ha ido desenvolviendo como si fuese algo ajeno a mi, como un ser vivo oculto en alguna oscura caverna y respirando mis años en silencio. Yo he dejado hacer al monstruo. Por mas que me repito que soy un ser racional y que no creo en el destino, lo cierto es que me comporto de manera totalmente contraria. Soy un actor del método, así que simplemente voy dejando que las cosas sucedan a mi alrededor y una vez llega el final, puedo clamar contra los hados que me han llevado a esa situación.

Y no se si es aceptar una limitación ser consciente de que nunca hago nada para cambiar las cosas. Pero lo cierto es que nunca lo hago. No se si esta noche voy a llorar al respecto. Es posible que no, llevo tantos lloros acumulados (bien lo sabeis los que os tragais estas pequeñas diatribas) que no se me han acabado las lágrimas: me he quedado sin ganas de llorar.

Pero tengo una especie de nudo dentro del estómago desde hace ya unas semanas que me avisa de algo que aun no logro descifrar. O bien me he convertido en Spiderman y tengo sentido arácnido o algo va mal y debo solucionarlo. Me siento solo en estos días. Como solo, duermo solo, paseo solo, voy al cine solo.  Estoy muy solo.   Y no me importa. 

Lo cual, si uno lo mira bien, es una renuncia en primera regla.

Cielo Vacio

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