lunes, 13 de septiembre de 2010

Resolucion

Decides que lo mejor es ocupar todas las horas del día. Con lo que sea, no importa, simplemente estar muy liado, no dejarte pensar, no dejarte caer. Te apuntas a cualquier plan que salga: de repente has cogido manía a tu vida tal y como es, así que aprovechas cualquier excusa para largarte a otro sitio, salir de la ciudad. Huir. Entonces huyes, haces kilómetros en coche o visitas a viejos amigos a los que hacía tiempo no veías. 

Todas las noches encuentras algo que hacer, cines, conciertos, paseos, cañas. Todo vale para no estar en casa. Cuanto menos tiempo pases a solas y sentado, mejor para ti. El trabajo, antes tan rutinario y aburrido, de repente se transforma en algo a lo que dedicas muchísimas energías. Y no te importa: todo sea para no pensar. 

Una noche cualquiera, al regreso de cualquier sitio en la madrugada, te despiertas en el Metro. Te has quedado dormido, agotado de la actividad incesante. Y has tenido sueños extraños. Los escasos viajeros a esas horas te miran con cara de pocos amigos. Estás agotado.

Y entonces, te ves reflejado en el cristal del vagón. 
Y eso duele.

2 comentarios:

la hija del jefe dijo...

<span>eso y el espejo del ascensor... otro de los momentos dolorosos donde los haya...</span>
<span>me ha gustado el post... no por lo que dices, mas bien por el como... y porque reconozco la sensación...</span>
<span>un saludo!</span>

la duquesa de Vasometra dijo...

<span>Al menos tu puedes ver tus reflejos aunque  te duela  , no duele tanto cuando ves un espejo y que no encuentres tu rostro porque perteneces a la raza vampiresca invisible, las que no se habla de ellos y cuando lo harán , lo harán  muy mal.</span>
<span>En fin, eres un privilegiado .</span>