
Cuando ella llegaba a mi altura, ya no vestía abrigo. Llevaba su vestido vaquero de tirantes que tan mona la hacía. Y sin mediar palabra, se abrazaba a mi y yo acariciaba sus hombres suaves. Y me decía: "Te quiero, osito".
Me he despertado entonces, por primera vez en muchos meses con una sonrisa en los labios. Y la música ha vuelto a correr por mis venas.
Me gusta pensar que ha sido un presagio: estamos muy lejos el uno del otro, muy muy lejos. Pero llegará el día en que, andando despacio, nos volveremos a encontrar en medio de un prado verde y nos abrazaremos. Y podré acariciar de nuevo esos hombros desnudos.
Y será fantástico. Porque la amo con todo mi corazón.
suena: Bruce Springsteen - Devils & Dust
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