martes, 27 de julio de 2010

Traslados

Este verano duermo solo: me acuesto tarde y agotado casi todas las noches. Agotado de mirarme la cara en el espejo, girandolo a ver si con eso consigo ver de una vez cual es mi puto lado bueno. 

Me acuesto tarde y duermo a solas: así consigo tejer mis noches de sueños agitados e inverosimiles, llenos de habitaciones del pasado, llenos de carreras persiguiendo quien sabe qué. Me gustaría recordar algunos, tengo la sensación de que mi rabia solo toma rienda suelta en mis sueños. Y yo, yo estoy lleno de una rabia tensa y cálida. Soy una bomba a punto de estallar, un río a punto de desbordarse. Y mi yo despierto, siempre tan alegre y simpático no me deja explotar....así que tengo recurrir a bajar la guardia y tumbarme un rato a dormir para poder sanarme. Porque toda esta rabia y esta autodestrucción son curativas. Y me despierto por la mañana, cansado, a solas, con un sabor pastoso en la boca y las mejillas sangrantes (¿como puedo morderme tan fuerte y no despertar?). Y entonces paso un día aburrido y rutinario y vuelvo a las 2 de la mañana y a la hora de explotar en sueños.

Es como si nadie en esta puta ciudad me dijese jamas la verdad. Hablo todos los días con diez millones de personas y no hay nadie que me diga ni una sola verdad. Todo son viajes a la playa y caramelos de anís. Me hastío. Me agoto. Y este calor que acabará conmigo.

Cuando cae la noche, me siento mas tranquilo. Me sosiego, fumo, leo, escucho música, toco un poco la guitarra. Me sosiego. Son estos días los que no soporto. Porque llevo meses esperando que pase algo, y hoy por hoy, me aterra pensar que nunca va a pasar otra vez. Y sin embargo, acabo de abrir una puerta a la esperanza. No caeré en la torpeza de decir que a la próxima sabré cambiar a tiempo, nadie es capaz de hacerlo. Siempre caes en la cuenta de que has vuelto a cagarla un minuto tarde. Con eso sigue girando este mundo.

Me estoy autodestruyendo.
Pero no temo: es la única manera que he encontrado de seguir vivo.

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lunes, 26 de julio de 2010

Las Vidas Posibles de Mr. Nobody

Si las cosas siguiesen siendo como un día lo fueron, ahora me sentaría e intentaría escribir una crítica sesuda y esmerada sobre "Las Vidas Posibles de Mr. Nobody", una peli realmente estupenda que vi anoche. Pero no voy a hacerlo. Lo único que puedo decir es que se la recomiendo a todo el mundo. El Universo, sus infinitas posibilidades y los cambios que sobrevienen tras una cualquiera de las pequeñas o grandes decisiones que tomamos cada día son el hilo conductor de una historia siempre sorprendente y entretenida. 

¿Qué pasa cuando decidimos? ¿Podemos volver atrás? ¿A donde se va la persona que habríamos sido de no haber tomado alguna decisión? ¿Qué es nuestra vida? ¿Qué somos nosotros? Todas estas preguntas, de una u otra manera se plantean a lo largo de la película, sin que haya respuestas concretas al respecto. Cada uno encontraremos nuestras respuestas.

Así que, por la noche, sentado en mi casa, pensaba en las cosas que han pasado en el último año. Muchísimas decisiones. Muchas vidas no vividas. Muchas vidas vividas. Tanto por delante como por detrás. Cada uno de nosotros somos tan infinitos como queramos ser. De manera que solo pensar en lo que podría haber sido y no fue y en lo que podrá ser y no será da vertigo. 

Hay gente que quiere llevar las riendas de su vida asidas bien firmes entre las manos. Yo no. Me entrego al azar y la casualidad. 

Y así está bien.




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miércoles, 21 de julio de 2010

Scream, Dracula, Scream

Te vas haciendo mayor y te das cuenta que el único triunfo que te puedes permitir es el de rendirte. El dejar de aspirar a algunas cosas sin que por ello te tengas que sentir un fracaso total. 

Puedes olvidarte de tu físico, abandonarte. Ya tienes la edad en que eso no importa. Puedes salir con gafas a la calle, da igual si estás guapo o feo. No son mas que unas putas gafas.

Puedes pasar de tu carrera profesional. No es mas que un camino trufado de sinsabores y al final, te olvidarán como se olvida a una mascota que ha sido divertida durante un tiempo, pero a nadie le va a temblar el pulso cuando haya que administrarte la inyección letal. Dirán que es lo mejor para todos. Así que de eso también te puedes olvidar.

Puedes olvidar el sexo. La mayor parte del tiempo ni siquiera te va a apetecer. Y el morbo ya no importa nada, ni la belleza. Puedes pensar que tal vez alguna persona te desea en secreto. Y a lo mejor hasta se masturba pensando en ti. Y con eso ya tienes suficiente para tirar una buena temporada. Te conformas con nada. Porque nada hay que vayas a tener.

Ya no te importa la música. Aceptas que no ibas a ninguna parte con ello. Y te relajas y te transformas y acabas por llegar un día a casa y darte cuenta de que hace semanas que no tocas. Y lo peor de todo es que te da exactamente igual, porque cinco minutos tocando te aburren hasta el hastío. Ya no hay canciones emocionantes, ni solos escalofriantes. Todo suena igual, como si se te hubiesen cerrado los tímpanos.

Descartas leer tanto como antes. Te duelen los ojos, y la espalda, ya no encuentras la postura, ni las ganas, ni la curiosidad. Ya no hay nada que te interese lo suficiente como para hacer el mínimo esfuerzo. Y te imaginas leyendo simples novelas policiacas en lo que te queda de vida. No siquiera el periódico dominical ya logra que hagas un esfuerzo. Dos de cada tres domingos simplemente no lo lees.

Puedes, en fin, renunciar a todo lo que pensabas que eras. No eres ni interesante, ni culto, ni atractivo, ni informado, ni nada. No eres listo, ni eres inteligente, ni eres guapo, ni eres divertido. Así que tu mayor triunfo es verte en el espejo y saber lo que eres.

No eres mas que fachada. Dentro no hay nada.
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viernes, 16 de julio de 2010

Respuestas

Y me preguntan: ¿cómo estás tu? y no me queda mas remedio que decir que simplemente estoy dejando pasar la vida. Porque puedo salir cada viernes y cada sabado e incluso algun día entre semana y emborracharme hasta ni siquiera poder vocalizar y mirar a la gente y escuchar la música y a veces hasta me pongo a bailar (a mi edad!!). También puedo leer cada noche hasta las tres de la mañana sabiendo que al día siguiente no podré despertarme, montar en bici hasta caer rendido, ir a cuatro conciertos por semana y pensar que cada vez que me ponga una guitarra, me va a salir una canción alucinante.

Pero en realidad, a lo único que me dedico es a pasar la vida. Estoy siempre tan ocupado porque me aterroriza no estarlo, siempre encuentro algo que hacer para evitar quedarme solo y sentarme a pensar. No es que no quiera pensar: es que no me lo puedo permitir. Porque si me lo permito, me destruyo. Y no puedo volver a destruirme. Asi que paso la vida. 

Me pregunto, eso si, que se va a quedar en mi memoria de esta etapa tan inane. ¿Recordaré a qué me dedicaba cuando simplemente pasaba la vida? 

Ojalá no.

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jueves, 15 de julio de 2010

SITN

La ciudad duerme. Son las dos de la mañana y Madrid sufre una de esas noches ardientes y descarnadas de casi todos los meses de Julio. Yo fumo apoyado en mi ventana, mirando a la calle, observando a cuanto desconocido se apresura camino de casa. Casi todos son chicos con pantalones cortos y pinta de estar absortos en algo. Es tarde, y la noche de calor da mucho que pensar. ¿Me parezco en algo a estos chicos cuando paseo por la ciudad? ¿Alguién me mira desde una ventana y se fija en mi ropa?

También pasa alguna chica solitaria. A algunas las miro desde lo alto y siento deseo por ellas. Son solo sombras, pero imagino a todas como mis novias, viajando por el mundo, compartiendo algunos secretos, risas y caricias. ¿Le pasará a alguna chica cuando yo paso bajo su ventana? ¿Me observan y se preguntan a que huele mi cuerpo o se imaginan que tipo de regalos de Navidad y cumpleaños les haría si fuesemos una pareja?

Al rato, se me ha terminado el cigarro. Y las ganas de mirar y de imaginar. Asi que bajo la persiana y me lavo los dientes. Me pregunto cuantas veces me habré lavado los dientes en mi vida, y sobre todo cuantas me quedan por lavarlos. Me pregunto cual de las dos cifras es mayor. ¿Me quedan menos de la mitad de lavados de dientes?

Por fin, ya metido en la cama y con mucho calor, me quedo tumbado mirando al techo. Mis inservibles ojos apenas me dejan ver nada. Da igual. No hay gran cosa que ver en el techo de mi habitación. Tengo puesta música, pero está tan suave que apenas puedo escucharla. Hoy será otra de esas noches en las que no puedo dormir. Y van muchas. Ya nunca puedo dormir.

Son las tres de la mañana. Y todavía no ha llegado el amanecer.

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martes, 13 de julio de 2010

Fist

El tipo me mira malencarado y con aspecto de morirse de ganas de meterme de hostias. En el fondo, siempre he llevado una bestia dentro. Estoy deseando que se atreva a dar un paso adelante y me desafie, siquiera con la mirada. Algo me bulle dentro, solo quiero que se acerque un metro y reducir su cara a una masa sanguinolienta con mis manos.

Él me mira a los ojos y duda. Quizá ha visto algo que le ha asustado, porque yo no estoy nervioso para nada, simplemente expectante. Me siento mas lleno de vida que en meses: mis dedos se me agarrotan enterrados entre mis puños. Tiemblo de anticipación y excitación, quiero matarle.

Al fin, nos enzarzamos. Durante unos instantes que parecen años intercambiamos golpes secos. Me llegan un par de mandobles directos a la cara, uno, dos, apenas siento mas que un dolor sordo en las sienes y pienso que no es por sus puñetazos, sino por el incendio que me llena el cerebro. Aprieto los dientes un poco mas, hasta que mis mandibulas duelen y estan duras como el acero y le engancho un buen golpe entre la boca y el cuello. El tipo abre mucho los ojos  y cae como un fardo. No puede respirar. Me separo un poco, simplemente para tomar perspectiva y analizar si debo rematarlo ahora que está en el suelo. Siento la boca seca, curioso, porque estoy seguro que se me ha soltado algún diente, pero tengo la boca seca.

El tipo yace en el suelo. Le sale sangre de la boca y de un oído. No está muerto, pero pasará un rato hasta que pueda moverse y meses hasta que pueda olvidar esta pelea cada vez que quiera moverse. Una mezcla de orgullo y asco me llena el corazón. Agradezco no tener nada contundente a mano: sería capaz de aplastarle el cráneo, tal es el odio que me inspira. Me quedo mirando su cara golpeada, amoratada, sanguinolienta. Deformada y horrorosa. Su cara. Mi cara. La misma cara. Es la misma cara.

Me despierto empapado en sudor y con ganas de vomitar. Me retuerzo delante del retrete, buscando aire. No hay nada en mi estómago que expulsar. Intento vaciar el estomago durante unos segundos angustiosos. No soy capaz. Despues, me quedo tirado, completamente desnudo en el suelo fresco del baño. Me miro mi cuerpo, mis tatuajes, que son heridas cicatrizadas, mi pene flaccido y horrible. Mi pecho abombado, mis piernas delgadas. Desnudo, resulto realmente desagradable. Vuelvo a sentir arcadas. 

Ya no podré dormir esta noche. Me asomo a la ventana y contemplo la noche en la quietud de las dos de la mañana. Necesito fumar.

Jamás me había sentido tan solo.

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Verano

Estoy tan aburrido de muchas cosas que a veces me siento a punto de estallar. Este verano se me ha subido a las espaldas y estaría deseando que se terminase de una puñetera vez de no ser porque creo que el invierno que le sucederá me resultará igual de tedioso y aburrido.

Estos días, con las calles de Madrid llenas de alborozo y alegría (un equipo de futbol ha ganado un torneo), me siento mas solo que ningun día. Se que somos muchos los que no podemos vivir en este extasis colectivo, pero esta mañana, subiendo en el ascensor rodeado de muchos conocidos y ningún amigo, me he quedado sin aliento y sin palabras.

La ciudad, que diablos la ciudad, la vida, se me ha transformado en una exposición de maniquies, todos con aspecto muy serio y ropa de marca, pero estáticos y aburridos como nunca. Y no se muy bien que hacer, porque no soy mas que uno mas de la fila, mi ropa mas vieja y mi cara mas seria. Dejad de mirarme en el metro, chicas.

Igual que una serpiente. Cambio de piel. Quizá.
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viernes, 2 de julio de 2010

Trenes

Siempre me gustó el ruido de los trenes. Desde mi habitación de niño, en las noches de verano que dormía con la ventana abierta, podía escuchar el ruido que hacían al salir de la estación de Ávila camino de Madrid. A mi me recordaba a Diario de un Cazador, así que me gustaba sentir esos trenes nocturnos entre las tinieblas del sueño.  Las vías están no lejos de mi casa y solíamos ir de vez en cuando allí, a sentarnos entre las piedras cruzando las vías. De vez en cuando una enorme máquina interrumpía nuestra cháchara adolescente, ensordeciendo todo lo que encontraba a su paso. Como si no hubiese mas que ruido en el mundo.

Al poco tiempo, practicamente todo el mundo iba a aquella cantera. Aquello se transformó en una enorme congregación de chavales, algunos con sus botellas, otros con sus balones y los menos con sus besos furtivos. Lo que hoy en día llaman botellón, en aquella época era solo algo sin nombre y mucho mas inocente. Los adolescentes eramos mucho mas inocentes por aquel entonces.

Ella era una chica delgada de ojos tristes y belleza extraña. Fue mi novia durante un mes o dos, quizá nos dimos la mano alguna vez, pero estoy practicamente seguro de que nunca llegamos a besarnos. Solo teníamos quince o dieciseis años, no más. Y hasta nos daba verguenza mirarnos. Al tiempo de estar juntos, decicidimos separarnos, sin un motivo concreto, pues aquello ni siquiera llegó realmente a comenzar. Simplemente nos separamos.

Cruel destino el suyo. Acabó sucediendo lo que tenía que acabar sucediendo. Era cuestión de tiempo que, con tanto chaval cruzando las vías, un tren se nos acabará llevando a alguno. Y no fue a uno de nosotros. Fue a ella, un maldito tren nos la arrebató para siempre una tarde fría de octubre, en medio de las fiestas de la ciudad. No hubo nada que hacer. No hubo quien pudiese salvarla. Se murió en medio de aquella tragedia.  Aun recuerdo aquel funeral, había niebla y a un maldito cura no le salió de ahí que sus amigas le cantasen la canción que a ella le gustaba y que aun resuena en mi pecho cuando pienso en ella. Ojos tristes. 

Regresé a casa y mi madre me pusó un café caliente. Tenía mucho frío. Y pensaba en ella. Pensaba en las cosas que nos hace la muerte a los que nos quedamos vivos.  Han pasado mas de 20 años de aquello. Y yo nunca tuve corazón para acercarme siquiera de nuevo a aquel paso entre las vías donde se estrellaron nuestras esperanzas de ser inmortales. 

No pienso en ello todos los días. Pero de vez en cuando me llega el aroma de aquello. Y siempre he creído que fue precisamente entonces cuando se me colaron los fantasmas en el cuerpo. Cuando aprendí a hacerme sufrir a mi mismo.

Dicen que el verano está lleno de luz.

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