martes, 13 de julio de 2010

Fist

El tipo me mira malencarado y con aspecto de morirse de ganas de meterme de hostias. En el fondo, siempre he llevado una bestia dentro. Estoy deseando que se atreva a dar un paso adelante y me desafie, siquiera con la mirada. Algo me bulle dentro, solo quiero que se acerque un metro y reducir su cara a una masa sanguinolienta con mis manos.

Él me mira a los ojos y duda. Quizá ha visto algo que le ha asustado, porque yo no estoy nervioso para nada, simplemente expectante. Me siento mas lleno de vida que en meses: mis dedos se me agarrotan enterrados entre mis puños. Tiemblo de anticipación y excitación, quiero matarle.

Al fin, nos enzarzamos. Durante unos instantes que parecen años intercambiamos golpes secos. Me llegan un par de mandobles directos a la cara, uno, dos, apenas siento mas que un dolor sordo en las sienes y pienso que no es por sus puñetazos, sino por el incendio que me llena el cerebro. Aprieto los dientes un poco mas, hasta que mis mandibulas duelen y estan duras como el acero y le engancho un buen golpe entre la boca y el cuello. El tipo abre mucho los ojos  y cae como un fardo. No puede respirar. Me separo un poco, simplemente para tomar perspectiva y analizar si debo rematarlo ahora que está en el suelo. Siento la boca seca, curioso, porque estoy seguro que se me ha soltado algún diente, pero tengo la boca seca.

El tipo yace en el suelo. Le sale sangre de la boca y de un oído. No está muerto, pero pasará un rato hasta que pueda moverse y meses hasta que pueda olvidar esta pelea cada vez que quiera moverse. Una mezcla de orgullo y asco me llena el corazón. Agradezco no tener nada contundente a mano: sería capaz de aplastarle el cráneo, tal es el odio que me inspira. Me quedo mirando su cara golpeada, amoratada, sanguinolienta. Deformada y horrorosa. Su cara. Mi cara. La misma cara. Es la misma cara.

Me despierto empapado en sudor y con ganas de vomitar. Me retuerzo delante del retrete, buscando aire. No hay nada en mi estómago que expulsar. Intento vaciar el estomago durante unos segundos angustiosos. No soy capaz. Despues, me quedo tirado, completamente desnudo en el suelo fresco del baño. Me miro mi cuerpo, mis tatuajes, que son heridas cicatrizadas, mi pene flaccido y horrible. Mi pecho abombado, mis piernas delgadas. Desnudo, resulto realmente desagradable. Vuelvo a sentir arcadas. 

Ya no podré dormir esta noche. Me asomo a la ventana y contemplo la noche en la quietud de las dos de la mañana. Necesito fumar.

Jamás me había sentido tan solo.

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