Cada noche le dejaba un regalo debajo de la almohada. Eran siempre poca cosa: CDs, libros, bolsas de caramelos, cartas escritas con prisa....Ella siempre seguía la misma rutina: se metía en la cama y rebuscaba debajo de la almohada hasta dar con su objetivo. Entonces su sonrisa radiante iluminaba su cara y abrazaba lo que fuese que hubiese yo escondido allí. Realmente lo abrazaba. Después se reía y repetía en voz muy alta lo que era: "Millones de gominolas, millones de gominolaaaaas..!!". Amaba aquellos objetos solo porque venían de mi y eran para ella.
Un buen día no dejé nada bajo la almohada. Ella al meterse en la cama y no encontrar nada, me preguntó con su tono mas mimoso: "Cariñoooo, ¿es que hoy no voy a tener regalitoooo?" Yo, en un rapto de inspiración, metí mi mano dormida bajo la almohada. Ella rebuscó con sus dedos de caramelo y me estrechó la mano fuerte, fuerte. Muy fuerte. Entonces sonrío, abrazó mi mano y con esa voz que me hacía estremecer me dijo: "Hoy si que tengo el regalo que mas quiero. Gracias!!" Desde entonces, los regalos de debajo de la almohada empezaron a ser para mi. Porque a mi me hacían feliz.
Y aún hoy, cuando han pasado 4 meses desde que ella se fue para no volver, meto la mano bajo la almohada esperando despertarme sintiendo su mano sostener la mía....
suena: Bruce Springsteen - Silver Palomino
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