martes, 15 de septiembre de 2009

LC Live

Es dificil explicar lo que llegas a sentir en momentos así. Simplemente ver a un anciano y elegante Leonard Cohen salir a escena con una beatífica sonrisa en la boca y un elegante traje por toda arma escénica te deja en shock. Ignoro si es un buen actor, pero su sonrisa entre tímida y socarrona ante un auditorio puesto en pie con su sola y mítica presencia, es espeluznante.

Porque este Cohen se sabe mortal. En varios momentos del concierto asegura que su intención es darlo todo, "por si acaso no volvemos a vernos en estas circunstancias". A los 75 años, Cohen, el profeta de la mortalidad y las heridas, se sabe mas cerca del fin que nunca, y por mucho que los medios nos hayan machacado con noticias sobre su desastroso estado económico (lo cual, supuestamente, origina que el canadiense esté de gira), uno no puede reprimir la sensación de que el viejo Leonard necesitaba disfrutar una vez de mas de esas canciones que puede que hayan cambiado nuestra vida, pero que seguro si han cambiado la suya.

En un entorno perfecto, con un sonido de campanillas, es dificil poner un pero a una actuación que recordaremos muchos años. El repertorio del canadiense tira de espaldas: desde un primer Dance Me To The End Of Love sencillamente escalofriante, a medio camino entre un sirtaki y un emocionante canto funerario, merced a la buena labor de un grupo de músicos en estado de gracia hasta la ironía de Who By Fire, teñida, como todo en Cohen, de sensualidad y misterio, la primera parte se me pasó en un suspiro, entre lágrima y lágrima. La presencia de este señor, su elegancia, su voz y su educado porte es una lección de saber estar.

Un breve descanso de 20 minutos y a la carga de nuevo, con una segunda parte mas cargada aun de clásicos, algunos en extraordinarias versiones remozadas (mención especial para The Partisan, con ovación de dos minutos a su fin, puro caviar) y otros mas fieles a las originales. 

Da igual, llega un momento donde todo lo que puedes hacer es empaparte de su voz, su sonrisa, su gesto tranquilo y de un cancionero que ya es pura historia del siglo XX. Todo en Cohen es reflexión, nostalgia, equilibrio y poema. No sobra ni falta nada. Solo puedes estar allí.

Y así, tres horas y cuarto después del comienzo, Leonard regresa al sitio de donde salió. Tu eres consciente de que es mas que posible que no vuelvas a tenerle delante nunca mas. Pero él sale triunfante, porque con él se lleva un trozo de tu alma. Algún día faltará de este mundo, pero lo mas importante, ya nos lo ha legado. Un mundo de sensaciones.

Gracias, viejo. Nos volveremos a ver, quien sabe donde.

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