lunes, 10 de mayo de 2010

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Era una tarde nublada. Hacía bastante frío y en medio del bosque, solo escuchaba el rumor del viento y algunas gotas heladas de agua caer de los árboles. Olía a humedad y a vacío. Por el aspecto de todo en este pequeño lugar del mundo, la raza humana podría haberse extinguido. No hay ni rastro de nadie. Estábamos solo ella y yo. Ninguno de los dos con  mucha idea de como explicar que fuesemos a parar aquí. De hecho, antes de esas horas extrañas, hacía muchísimos meses que no habíamos hablado.

Bueno, quizá aquí debo rectificarme a mi mismo. Claro que habíamos hablado, pero realmente no nos habíamos dicho gran cosa. Así que encontrarnos de repente en medio de ese bosque frío y distante fue una verdadera sorpresa. Ella y yo habíamos coincidido durante algunos periodos de nuestra vida en multitud de cosas, pero hacía ya mucho tiempo de eso y nuestra relación en aquel momento era muy distante y fría. A mi siempre me había apenado mucho perder el contacto con ella de esa manera tan repentina y descarnada, pero muchas veces no se puede elgir. Las cosas suceden como suceden y hay muy poco que uno pueda hacer para cambiarlas. Además, yo no soy un hombre de acción y no suelo ser muy perseverante, asi que como casi en todo en mi vida, supongo que simplemente dejé que los acontencimientos se precipitasen sin hacer nada al respecto.

Aquella mañana yo simplemente había decidido no ir a trabajar y en su lugar, cogí el coche y me dirigí rumbo a un bosque que conocía de algunas excursiones campestres de domingo. Era un sitio hermoso, pero discreto y simplemente quería pasar allí algunas horas sentado solo. Era un día lluvioso y sabía que me iba a mojar y que pasaría frío, pero creo que no me importó lo mas mínimo, uno a veces hace las cosas simplemente por hacerlas y sin pensar.

Paseé un buen rato entre los troncos de los árboles. Un par de veces pensé que me había perdido, pero siempre volvía a orientarme: el bosque no era lo suficientemente grande como para perderse de verdad y yo siempre me he orientado muy bien. Imaginen mi sorpresa cuando al llegar a un pequeño claro, despues de estar mas de dos horas deambulando de un sitio a otro sin ver a un alma, vi a una persona en pie de espaldas a mi, mirando hacia el cielo. No tardé ni siquiera un segundo en reconocerla. Ella siempre había tenido algo muy personal que la hacía inconfudible. Nunca supe identificar que era.  Pero lo tenía.

Ella me escuchó aproximarme y no mostró ninguna sorpresa en su rostro cuando al girarse vió que era yo. Simplemente se me quedó mirando y esbozó una sonrisa. Cualquiera que hubiese visto nuestro encuentro habría pensado que era una cita previamente concertada. Al acercarme, me di cuenta de que llevaba muchos meses echandola terriblemente de menos. Apenas había pensado en ella, pero algo se había roto en mi vida desde que ella había decidido cortar nuestros escasos contactos. Sentí un deseo violento de abrazarla, pero me contuve. 

Simplemente nos miramos y sonreímos durante unos cinco minutos. No se me ocurría mucho que decir, y ella siempre había sido una persona callada. En fin, estuvimos en silencio. A veces se oía volar a algún pájaro o el rumor del agua que caía. Pero ella y yo no hacíamos nada que no fuese mirarnos y sonreir. Cuando aquello hubo durado unos cinco minutos, ella sacó un cigarro del bolsillo y se lo encendío muy despacioy con aspecto muy concentrado. Durante dos o tres minutos, estuvo fumando mirándome con aspecto de divertirse una barbaridad y despues de eso, arrojó la colilla al suelo de hojas y la piso un buen rato, asegurandose de que se apagaba.

Despues, desapareció. Se que cuesta creerlo, pero simplemente se esfumó. No me asusté para nada, era una sensación de curiosidad antes que de miedo. Quería saber como habría aprendido ella a desaparecer de esa manera. Fue tan súbito que ni siquiera parpadeé. Estaba solo en el bosque otra vez. 

Por la noche al volver a casa, estuve tentado de llamar para preguntarle si había estado en el bosque aquel día. cuando conducía de regreso me convencí a mi mismo de que lo que había visto allí tenía que ser una visión o un fantasma. No podía ser.  En cualquier caso, resolví no llamar. Simplemente no servíria de nada y hubiese sucedido lo que hubiese sucedido ese día en el bosque, no era necesario buscarle explicaciones. A veces, es bueno saber dejar la vida y el tiempo pasar. O eso me parece a mi.

Nunca volví a verla.


Cielo Vacio

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