martes, 4 de mayo de 2010

Trunk

Cierro la puerta del coche y me enciendo un cigarro mientras arranco el motor. Es un día de calor como solo se dan en lo mas crudo del verano. Me pongo las gafas de sol, mi reflejo en el retrovisor. Conduzco lentamente, parandome en los semáforos y mirando todas las calles de la ciudad que estoy a punto de abandonar para siempre. No me pregunten la razón por la que estoy tan seguro, solo se que no he de volver.  Mi reflejo en el retrovisor.

Nunca. Es una palabra extraña. Llama la atención que solo cinco letras contengan una inmensidad tan enorme como nunca. Never. Hmm. También cinco letras en inglés. Quizá eso signifique algo. Pienso en M, en tierras lejanas ya. Tan lejos como pueda alcanzar mi imaginación. Un día fuimos felices por estas calles. Al pasar por delante de la peluquería, recuerdo nuestros paseos juntos por esta calle. Por alguna razón que no alcanzo a entender, pienso en la suavidad de su antebrazo. Me gustaba acariciarla justo ahí cuando paseabamos agarrandonos de un lado a otro. En ese momento, ninguno de los dos eramos conscientes de que el destino nos esperaba al cabo de la calle. Simplemente nos dejábamos llevar. Quizá enamorarse no sea mas que olvidarse del destino por una temporada. Paro en el semáforo de la calle Mayor. Mi reflejo en el retrovisor.

Enciendo el CD. Suena Mulatu Astatke y yo pienso en Nueva York. Ignoro que es lo que me ata a esa ciudad, la visité solo en una ocasión hace ya demasiados años y sin embargo no es infrecuente que me acometan ataques de nostalgia por sus calles. Recuerdo perfectamente su olor, su color, su rumor. Curioso que algo se te meta en el recuerdo de esta manera. Eso también, en cierto modo, es mi reflejo en el retrovisor. Supongo.

Una vez, siendo pequeño, estaba con mis amigos en un bosquecillo que no quedaba lejos de mi casa. Encontramos un huevo que se debía haber caído de algún nido cercano. Milagrosamente, seguía intacto. Estuvimos un rato agachados mirandolo absortos, sin decir nada. Después, lentamente, uno de ellos abrió el huevo. De ahí dentro salió una criatura pequeña y miserable, a medio formar., arrastrándose agonizante hacia su fin. Sin plumas, casi sin pico aún. El milagro de la naturaleza vestido de pesadilla. Yo no pude aguantar la repugnancia y de forma casi instintiva, pisé a aquel ser tan horrible hasta que lo oí crujir debajo de mi zapatilla.  Mi suela se quedo llena de una sustancia amarilla y sanguinolienta. Arrastré mi pie por todo el bosque, por el asfalto, por las piedras. Y sin embargo no lograba quitarme la sensación de que mi suela estaba llena de las huellas de mi verguenza. Ese día descubrí que todos llevamos a un pequeño animal dentro, esperando salir y morder. Mi reflejo en el retrovisor.

Acelero y abandono la ciudad. Enciendo otro cigarro. El Sol se refleja en mi parabrisas. Es el momento. Acelero y acelero. 100, 130, 160, 170. El volante tiembla mucho, los coches que vienen de frente se apartan. Sigo con el pie clavado en el acelerador. No quiero parar. Nunca. No quiero parar nunca.

Su reflejo en mi retrovisor. 

Cielo Vacio

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