miércoles, 15 de septiembre de 2010

Desdemona

Aquella noche a la hora de dormir, no teníamos demasiado sueño. Algo extraño, pues ella siempre estaba rendida antes de las once de la noche, pero por alguna razón, esa noche ninguno de los dos nos sentíamos con ganas de dormir. Así que nos tumbamos en la cama y estuvimos charlando un rato largo. Inicialmente fue una de nuestras habituales conversaciones sobre el trabajo, la casa, etc. Se nos había hecho tan habitual dormir juntos, que la cama había dejado de ser el sitio misterioso y erótico donde apenas podíamos tumbarnos sin empezar a tocarnos el uno al otro. En aquel momento eramos capaces de estar horas simplemente charlando metidos entre aquellas sábanas. Y a mi me gustaba así.  

Lo cierto es que en algún momento, por razones que no alcanzo a recordar, empezamos a hablar de nosotros. De lo que eramos como pareja, de quienes eramos, de como habíamos cambiado a lo largo del tiempo que llevabamos juntos. Yo, como siempre, hice un par de bromas sobre como la había salvado de su pretendida vida de soledad. A veces le decía que tenía mucha suerte de que me hubiese fijado en ella, porque a nadie mas que a mi podía gustarle un chica como ella. Me  gustaba gastarle aquellas bromas, y ella siempre simulaba que le hacían enfadar. Era uno mas de los pequeños juegos que juegan casi todas las parejas. Pero esa noche fue diferente. Algo, el tono de su voz, el color de su piel, su mirada quizá, había cambiado. Recuerdo que en un momento dado se me encogió el estómago y pensé que tal vez, despues de todo, ella no me quería tanto como yo pensaba. Después, la conversación tomó otros derroteros y acabamos por quedarnos dormidos, como tantas otras noches.....

Al despertarme, estaba solo. Se había marchado. Por mas que siguió seis meses tumbándose a mi lado y pretendiendo hacerme creer que me quería, se marchó aquella noche.

El otro día la ví de lejos paseando de la mano con un extraño. Mas alto, mas guapo, mas jovenque yo. Y pensé que después de todo, quizá el que había tenido suerte en un momento fui yo. Ella se fijó en mi y yo no lo merecía. Me salvó de una vida de soledad. Por un tiempo. 

Después, el asesino se transformó en cadaver.

6 comentarios:

Dani dijo...

<span>Joder, me ha dejado con un nudo en la garganta...
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Fayna dijo...

El tiempo pasado junto a ella no lo puede borrar nadie. Las frutas maduras siempre acaban por desprenderse del árbol.

Fayna dijo...

El tiempo pasado junto a ella no lo puede borrar nadie. Las frutas maduras siempre acaban por desprenderse del árbol.

Jesus Jeronimo dijo...

<span>Mola muchisimo, Carlos!</span>

k dijo...

Qué buen relato te ha salido!
Y gran foto, mr. blue.

marikosan dijo...

<span>¿En qué estás pensando...?Y es que cuando alguien dice que se va, hace mucho tiempo que se ha ido</span>