El penultimo año de mi carrera no tuve demasiada suerte con los examenes, asi que me quedaron todas las asignaturas pendientes para Septiembre. No hubo ninguna razón para ello, simplemente fue asi.
Me pase todo el verano encerrado en la biblioteca, estudiando y aguantando la charla en casa sobre mi vaguería, ineptitud, estulticia, etc. Todo lo que se puede achacar a un estudiante no aplicado me fue achacado. Incluso se me amenazó con "ponerme a trabajar", como si ello fuese una maldición. Que cosas.
Recuerdo perfectamente los días en los que tuve los exámenes, porque en casa no se fiaban demasiado de mi y pensaban que si el día antes dormía en Salamanca me iría por ahi de juerga o algo asi, asi que me obligaron a quedarme durmiendo en Avila y por la mañana de los examenes me levantaba muy pronto y cogía prestado el coche de mi padre para irme a Salamanca. Al levantarme era de noche, las primeras noches frescas de Avila despues de un verano asfixiante y la casa estaba en silencio. Desayunaba un cafe con leche y me ponía en marcha con el coche.
En el coche siempre iba muy tranquilo. Veía como poco a poco el cielo se iba llenando de luz con el amanecer y escuchaba la banda sonora de La Lista de Schindler, sintiendome muy desgraciado, pero a la vez muy muy tranquilo. Era una vida triste, pero merecía la pena vivirse. Esta rutina se repitió durante las dos semanas y pico que duraron los examenes. Cuando terminaron, ni siquiera me sentí aliviado. Solo igual de triste que en aquellas mañanas en el coche.
Supongo que en ocasiones nuestro cerebro no funciona correctamente y establece conexiones mentales que no tienen razon de ser. Pero siempre que huelo a tormenta y a mojado, como hoy, aun siento la melancolía de aquellas mañanas solitarias y oigo el tick tack del reloj, marcando inexorablemente el tiempo que le resta a mi propia vida.
suena: Buffalo Springfield "One More Sign"
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