Pensemos en un chico solo. Quizá no es un chico, a lo mejor ya está en esa edad en la que te empiezan a llamar hombre. Pero él se sigue viendo como solo un chico. Siempre le ha costado crecer, a este chico.
El chico se sienta en una acera de una calle cualquiera una noche de sábado de principios de otoño y bebe cerveza. Es una situación como para sentirse meláncolico, allí en soledad, cerveza y música en su MP3. Escucha viejos temas de rock y se siente un poco aislado: es sábado noche y no ha salido. Ni siquiera va a hacerlo. La verdad es que no tiene nada de ganas de hacerlo, solo quiere quedarse en esa acera sentado, dejandose mecer por la brisa otoñal que empieza a enfriar siquiera minimamente la monstruosa ciudad en la que vive.
Su vida ha sido feliz. Muy feliz. Hasta que un suceso horrible la destrozo y le enseñó que el dolor existe y que te parte por la mitad. Desde que tal suceso ocurrió, el chico solo se ha debatido entre el dolor, el horror de la muerte y las ganas de vivir que a todos nos laten en el corazón aun en la peor de las situaciones. Y en esas sigue.
Habrá muchas mas noches de sábado solitarias para este chico. Incluso esta misma soledad es elegida por él en ocasiones, un mero medio de evadirse de si mismo y de los demás. Pero de momento, creo que lo mejor es que dejemos al chico solo allí sentado, en una fría acera, bebiendo cerveza tibia y silbando entre dientes canciones que ya no significan lo mismo que la primera vez que las escuchó, hace ya muchos años.
He's singing, singing, siiingiing......
suena: Bruce Springsteen - NYC Serenade
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