miércoles, 12 de octubre de 2005

Hace Tres Años

Han pasado tres años desde aquel día. Pero lo recuerdo todo como si hubiese sucedido ayer. Quizá sea por haberlo revivido tantas veces, quizá por haber sido una jornada tan especial, pero las memorias están tan frescas como la lluvia que ahora empapa mi ventana.

Nos conocimos por un correo electrónico, un simple y cotidiano intercambio de información sin demasiada importancia. Y sin embargo, de extraña manera, aquellas letras rosas me hicieron sentir extraño. Intuí que algo había detrás de ellas....asi que yo contesté, y entonces ella contestó y mas letras rosas llevaron a mas mensajes. Y en solo un par de semanas habíamos hablado de todo lo visible. Y también de lo invisible. Y ella me contaba su vida y sus sueños y yo, yo le contaba mis miedos. Porque yo era todo miedo por aquel entonces. Así que finalmente decidimos conocernos en persona.

Llegó el 12 de octubre de 2002, fecha elegida para comprobar si todo aquello que parecíamos sentir era real o no. Creo que a mi no me hacía falta, amaba a aquella personita sin conocerla y de manera involuntaria era consciente de que ese día empezaba el resto de mi vida. Esperando en la estación, nervioso como nunca lo había estado...hasta que de repente y sin tardanzas, una enorme sonrisa de pelo rizado y el olor mas dulce del mundo se arrojó en mis brazos, temblando, temblando. Creo que ya he hablado alguna vez de aquel tembloroso abrazo, no tengo ni idea de cuanto duró, se que fue mucho, pareció de horas. Nos abrazamos mientras la gente abanadonaba el andén y yo pensaba en como era posible que todos aquellos extraños que nos rodeaban y que no reparaban en nosotros pudieran ignorar el mágico suceso que estaba pasando ante sus ojos: dos transformados en uno, para siempre. Porque así lo sentí entonces y asi lo siento ahora.

La siguiente imagen me trae dolor: ella entrando en mi casa. A veces me pregunto si al ver el salón ella intuyó que su vida iba a acabar aquí, en estas cuatro paredes desde las que escribo estas líneas. Ella era tan intuitiva que me imagino que de alguna manera lo supo. Mil veces me he preguntado si hubiesemos podido cambiar nuestro triste destino, quizá no entrando jamás en este salón. Y no tengo respuesta, la vida le espera a uno y no te das cuenta hasta que no llegas a la cita.

Pero algo si sé: aun a sabiendas de todo el dolor y la nostalgía, volvería a vivir cada momento con ella. Cambiaría un minuto con ella por toda una vida de este dolor que aun hoy, a diez meses vista de la tragedia no me deja respirar.

Paseamos por mi barrio, abrazados, de la mano. Solo disfrutando del sueño, del sueño hecho realidad de tenernos el uno al otro. Y supe que ella se sentía como yo, como cuando llegas a casa despues de la lluvia, protegida, cuidada, cómoda. Nos hicimos mil promesas durante la comida, una mariscada que en tres horas apenas tocamos ninguno de los dos, pues no había tiempo para no mirarnos, para centrarnos en comer. Nos dió igual dejar todo aquello allí. Desde entonces cada año en nuestro aniversario visitamos aquella marisquería. Incluso hoy he intentado ir yo solo, em homenaje a nuestra pareja, pero en la puerta he preferido no entrar: sin ella no puedo, demasiado dolor me ahogaba.

La tarde transcurrió tranquila entre caricias y ternura. Mucha mucha mucha ternura. Recuerdo aquellas horas de manera suave, como en esas peliculas llenas de campos de cereales, sol y música tranquila. Recuerdo imaginar proyectos de vida, hablamos de casarnos, de compartir hijos, de vivir juntos. Hacía siete horas que nos conocíamos, pero los dos habíamos realizado ya la elección: una vida juntos, eso es lo que elegimos libremente, como ella misma dijo.

Al día siguiente por la mañana, enfrente de mi casa, ella se encontró por casualidad con alguien que había conocido ni mas ni menos que en Panamá un año antes. Una de esas cosas con las que la vida te sorprende de vez en cuando. No me pregunteis como era aquella persona: yo no podía hacer otra cosa que observarla a ella. Mirarla, mirarla, mirarla. Quería memorizar cada uno de sus rizos, de sus sonrisas, aprenderme de memoria el contorno de sus manos, el perfil de su nariz, el sabor de su piel. Quería mantener ese momento fresco en la memoría porque allí de pie es cuando definitivamente me dí cuenta de que esa persona me había cambiado la vida. En solo un día era capaz de ver y sentir cosas que nunca en toda mi vida había sentido y visto. Así que lo conseguí, lo recuerdo todo como si hubiese sucedido hace un minuto. Me sorprende esa capacidad, pero supongo que todos la tenemos.

Por la tarde, nos tuvimos que despedir, ella volvía a su vida, a su trabajo y yo al mío. Vi marchar aquel tren y me quedé sentado en el coche mirando la tarde y a la gente volver a Madrid después de un fin de semana fuera. Contando ya los minutos que quedaban para volverla a ver, en solo cuatro eternos días. Y entonces, entonces fue cuando me di cuenta de que yo también había vuelto a casa.

Así que me cambié de andén, me metí en un tren y zarpé hacia el resto de mi vida. El resto es ya historia, historia que todos conoceis. La historia mas bella jamás contada.

Sé que suena cursi y manido pero el amor triunfa sobre la muerte. Siempre. Nuestro amor va mucho mas lejos que la distancia que nos separa. Y es un lazo que ni el dolor, ni el tiempo puede romper.

Ya lo dijimos antes de separarnos aquella tarde soleada de otoño: siempre juntos.

suena: Clem Snide - Something Beautiful

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