A veces es mas atronador un susurro que la mas potente tormenta. Una luz pequeña nos puede deslumbrar mucho mas que el Sol de mediodía en verano.
De la misma manera, el recuerdo del dolor en mi mente, aunque ya empequeñecido por el tiempo y minimizado presuntuosamente por mi mente enferma, es capaz de partirme en mil pedazos a cada momento.
Esto es como vivir al lado de un acantilado: basta asomarse ligeramente a la ventana para que regrese el vértigo.
Y llevo un par de días con el estómago encogido.
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