sábado, 7 de julio de 2007

Coctel

Acudo a un acto corporativo una noche calurosa de Madrid. Es un sarao de esos que se montan las empresas en un sitio molón y cultural con la excusa de juntarse a celebrar alguna estupidez, pero que en la realidad es simplemente una especie de enorme monumento a la felación: cientos de profesionales y dirigentes chupandose la polla los unos a los otros. Todos quieren ser los mas enrollados, pero resulta que se ve a la legua que el 90% tenían problemas para relacionarse en el colegio, sus compañeros les llamaban gafotas y la primera chica a la que besaron fue cuando tenían 25 años. Pero ahora son, albricias, dirigentes. Ejecutivos. Y llevan traje. Son como una especie de skin heads pero sin rapar la cabeza. Me doy cuenta de que me cuesta incluso distinguir a unos de otros: todos con el mismo traje, el mismo peinado, los mismos zapatos y sobre todo la misma charla inane repleta de lugares comunes y ningun rastro de personalidad propia. Estos son los reyes del mundo ahora.

Me siento muy raro por allí, mas que nada porque no tenía claro que tipo de evento era y he acudido con vaqueros, camiseta y zapatillas. Es como estar en una fiesta de Nochevieja del hotel Ritz en albornoz. Alguna chica me mira distante, como sorprendida de que ande por allí. Hay algunos mas que no van en traje, pero van en eso que llaman casual attire, que quiere decir vertirse de cachorro PP: pantalon marrón de pinzas, camisa manga larga azul ligeramente remangada y zapatos castellanos. Antes que salir así a la calle me dejo cortar una pierna.

La gente que sale al estrado a hablar pone una cara muy seria como si estuviesen concentrandose para decir algo inteligente. Después, cuando hablan, todos repiten la misma cantinela estúpida: innovación, calidad, compromiso. Los eufemismos que habitualmente se usan en el mundo corporativo para denominar a las inmensas chapuzas y desfalcos que se hacen por todas partes. Y todos se creen muy especiales por repetir constantemente las mismas palabrejas vacías y estúpidas.

Al final del acto, sacan comida y bebida. Mas bebida. BEBIDA. Me emborracho un montón y empiezo a mirar a todo el mundo haciendo como que mi mano es un catalejo. Me hace mucha gracia.

Por la noche, al volver a casa, estuve vomitando. El calor, quizá.

suena: Ennio Morricone - For a Few Dollars More

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