domingo, 15 de julio de 2007

Summer

Quedan solo 3 días para que me vaya de vacaciones. El menú, atractivo como él solo me lleva primero por un Festival de Benicassim en horas bajas, pero marcho con ganas. Wilco, Calexico y el mismísimo Iggy Pop me esperan allí. Dado que soy un enchufado y viajo con un pase especial, espero poder al menos estrechar algunas manos. Aunque no me importa. Solo quiero alejarme de Madrid por algunos días. Y a lo mejor encontrarme con la grandeza.



Y en estos días me he reencontrado con muchas cosas: el trabajo duro y fuera de horas, la lectura en la piscina, el gazpacho y las aceitunas, las Coca Cols y los perritos calientes del Estocolmo. Y llevo casi tres semanas viviendo de nuevo las aventuras y desventuras de mi adorado Tony Soprano, la bestia mas fascinante de la televisión. El otro día, Ella, mi Ella, me encontraba un video enorme donde unos adorables pirados resumen en siete minutos mas de 100 horas de televisión. Estruendoso.



Las noches en Madrid son calurosas. Casi todas las dedico a mi casa. A estar en casa, eso es. Simplemente en casa. Pero si salgo no acaban las aventuras. Amigos, amigas, calor, dinero, cerveza. Un poco de rock and roll. Y conciertos, claro que si: ¿qué soy yo sin música?

Y gracias a la música en esta semana he vivido grandes momentos: al gordo Pixie en estado de gracia punk llevandose a Tom Waits de paseo por el azufre.



Y también me he encontrado en la Vía Lactea, recinto reducido y exclusivo, a la mísmisima Holly Golightly, sin desayunos con diamantes, pero cenando con el desierto, las guitarras y una sonrisa preciosa y sincera. No hay que ser guapo: hay que vivir guapo. Y Holly fue bella la otra noche. Como una pequeña diosa bromista se encarnó en Madrid y nos cantó un poco de blues. Sin complejos. Yo, rodeado de amigos y triste por una noche, me limité a quedarme muy muy quieto donde estaba, sin perderme ni un solo acorde. Y por un momento largo, fui tan feliz como un hombre lo puede ser. Me congratulo de ser un hombre aún.



Y el gran final de fiesta, cumpleaños, amigos, cervezas, aire de la sierra, olor a bocadillos recien hechos, mucha música, una preciosa Olivia en gestación...y todo ello acompañado por dos leyendas encarnadas en la noche madrileña. Sin emoción, pero con baile. Es rara esta vida. Unos se van, otros se quedan.



Y el verano sigue girando y yo me voy con él. Nuevas aventuras. Me llevo a Bolaño y sus mas salvajes detectives, ya iba siendo hora.

No sé cuando volveré por aquí. Quizá mañana, quizá el martes, quizá el mes que viene. Quizá nunca.

Es verano y las noches son cortas.

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