Volver de Nueva York me ha supuesto un pequeño trauma. Regreso a las mismas rutinas, los mismos bares, las mismas calles. Cada vez que voy de vacaciones, a cualquier lado, regreso a Madrid pensando en lo hermoso que sería irme a vivir allá donde quiera que haya estado. Cierto es que Nueva York no es un sitio cualquiera: es la ciudad mas hermosa/molona que he conocido. Pero da igual, porque allá donde vaya yo, encuentro un lugar donde me imagino una vida plena de paseos, lecturas, discos, cines y conversaciones profundísimas con amigos super interesantes.
Y debe ser, como dice siempre la Mary Kate, que soy un culo de mal asiento. Lo cierto es que hubo un día donde sentí lo mismo por Madrid: quería venirme aquí y conocer cada calle y tener amigos interesantísimos que me motivasen con conversaciones llenas de ingenio y nervio y risas. Y lo he conseguido, eso creo. Y, sin embargo, sueño con levantar el vuelo de nuevo.
Siempre me lo recuerda mi paciente madre: "hijo, ya me extraña a mi que lleves tanto tiempo allí sin moverte". El caso es que de vez en cuando me entra el ansia por empaquetar y ahuecar el ala (voz interior: "¿cuánto me costaría una mudanza ENORME?"). Y eso no quiere decir, ni mucho menos, que sea infeliz en Madrid: mas bien lo contrario. Mi vida es ya muy similar a la que soñé para mi al llegar a Madrid.
En resumen, me da la sensación de que a mi lo que me gusta es el viaje mas que los destinos. Quien lo diría de alguien que se cansa de conducir en media hora, ¿verdad?
Pero ya estoy muy viejo para empezar de nuevo. Y demasiado joven para dar mi vida por encarrilada.
¿Midlife crisis o caprichos de la treintena?
suena: The Black Keys - I Got Mine
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