El último hombre abre los ojos y observa fascinado el panorama ante él. Es una calle de una gran ciudad, de eso no hay ninguna duda. Cada sentido tiene varios carriles y el duro asfalto brilla bajo la presion del Sol del verano. A los lados, enormes edificios se levantan imponentes y casi amenazadores. Los escaparates de las tiendas están llenos de objetos estúpidos que ya nunca nadie comprará.
Sabe que nunca va a encontrar a nadie en esta ciudad. Todos han muerto. Recuerda perfectamente la noche anterior, a todas las personas de su alrededor desintegrandose ante sus ojos. No acaba de entender que tiene de especial él mismo, que sigue viviendo en medio de tanta desolación...y sin embargo, se siente mas vivo y animado que nunca. La perspectiva de nunca volver a hablar con un ser humano ya no le parece tan deprimente como hace unas horas. De todas maneras, nunca se sintió muy comodo entre los demas, asi que supone que el hecho de haberse quedado tan solo no tiene demasiada importancia.
Se fija en algo que le resulta curioso: los semaforos. Siguen funcionando. Y ya no sirven para nada, porque nunca mas dos coches van a llegar al mismo cruce desde diferentes direcciones. Y con esta catastrofe inesperada muchas de las invenciones del hombre moderno han quedado totalmente reducidas al absurdo. Se pregunta durante cuanto tiempo seguirán funcionando las centrales nucleares, los ordenadores que mantienen activa Internet, el aire acondicionado de los edificios....
Despues, piensa en él mismo. Es solo cuestión de tiempo hasta que se vuelva loco. De alguna extraña manera, le gusta la imagen que se forma en su cabeza de su propio cuerpo, deambulando con la razón perdida por un mundo abandonado y en ruinas.
suena: Pearl Jam "Save You"
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