martes, 26 de noviembre de 2002

La lluvia sigue cayendo torrencial, aunque algo hace sentir que está a punto de cesar tras meses de una espesa cortina permanente de agua en el centro de la ciudad. Algunas sombras se apresuran a casa y olores de comida llenan el aire de vapor y especias, aromas dulzones que hablan de tierras lejanas y sin embargo tan próximas.

De lejos, intuyo que se me acerca por detrás y siento miedo. Tengo miedo de sus palabras, tengo miedo de sus actos. Se que se acerca, no necesito mirar, se que se me echa encima y no quiero girarme, se que está a punto de alcanzarme y aun asi me empecino en seguir avanzando, como si fuese una opción razonable, como si no estuviese jugando con mi propio fin.

Una mano en mi hombro, me ha alcanzado. Siento sus dedos clavarse sobre mi, siento su aliento en mi nuca. Siento tal pavor que soy incapaz de reaccionar, las lágrimas se agolpan en mis ojos y mi cuerpo se agita sobresaltado. Y aun asi, intento caminar, quiero hacer como si no existiese, pero allí está. Mi propia muerte me ha rozado el hombro, me ha sobresaltado con su olor. Pienso en aquella playa y en los ojos de ella. Pienso en el pastel de aquel café y en el fin de mi vida. No siento pena, solo miedo, mucho miedo.

Me doy la vuelta y sonrío aliviado. No es ella. Entonces, rodeo con mis brazos sus hombros y la beso, con el corazón aun sangrante y mis terrores saliendo a borbotones por los poros de mi piel. Me limito a seguir con mi existencia y me doy cuenta de que casi siempre estoy triste sin motivo.

suena: Bob Dylan "Hard Rain "

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