Patricia era una persona muy especial.
Cuando la conocí, me convencí de que era muy diferente a todo lo que había visto hasta entonces. Ella vivía al máximo. No es que saliese cada noche hasta el amanecer ni que viviese al límite. Para nada. Su manera de disfrutar era mucho mas íntima. Apredí de ella que querer era lo que nos hacía grandes. En dos años y medio que tuve la suerte de estar a su lado pude observar su incondicional amor por los suyos, su bondad y su empatía con cualquiera que se acercase a ella. Siempre con una sonrisa, siempre pensando en las cosas bonitas...al principio de nuestra relación me dijo que a ella solo le gustaban las "cosas bonitas", pero con el tiempo ví que le gustaba todo, porque para ella todo era bonito. Una visita al supermercado era para ella un emocionante viaje, lleno de posibilidades de divertirse, de pasarlo bien. Entrábamos en tiendas y me decía "lo quiero todo". Y creo que ese fue el leit motiv de su vida: quería todo. Quería divertirse queriendo todo.
En el tiempo que estuvimos juntos jamás la oí hablar mal de alguien o enfadarse. Jamás, lo digo en serio. Siempre era comprensiva con los demás, siempre justificaba los fallos de los demás pensando que lo hacían sin querer. Yo, por aquella época, era una persona amarga y enfadada, pero el contacto con ella me transformó en alguien mucho menos cínico y cabreado. Jamás seré como ella, era demasiado perfecta en su amor, pero me gustaría mucho acercarme todo lo posible a su ideal vital. Se lo debo a ella.
Así que en estos días disfruto con la simpatía, la cercanía, las bromas y la ternura. Tal y como hacía ella. El mejor regalo que me hizo salió de mi mismo: un Jesús sonriente, franco, tierno e inocente. Un Jesús desconocido hasta entonces. Cuanta belleza. A veces, hablando con la psicóloga que me ha salvado de hundirme en las arenas de la desesperación y la que nunca le he agradecido suficientemente lo que ha hecho por mi, ella me dice que no es algo que yo haya aprendido de Patricia: que simplemente ella supo mostrarme que no había por qué avergonzarse de lo que llevamos dentro, que amar no es hortera, que ser inocente no es sinónimo de ser infantil. Y es posible que sea cierto, ¿por qué no?.
Hoy sentado mientras tomaba un café he estado pensando en todo esto y me he dado cuenta de una cosa: realmente me empiezo a gustar a mi mismo. Y eso no pasa todos los días. No se si debo darle las gracias a ella también por esto como por todo lo demás. Y posiblemente no importa.
Lo que si importa es que quiero sonreir a todo el mundo.
suena: The Twilight Singers - Hyperballad
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