Llega el tiempo de despedirse. De decir adios para siempre, de quererse mas que nunca. Llega el tiempo de mirarse a los ojos y asi, sin palabras ni gestos, darnos nuestro último adios. Esta tarde he completado el camino que empezó hace casi 800 días y te he dicho adios con la mano desde el otro lado del puente una y mil veces. Como leí en aquel libro tanto tiempo atrás. Nunca pensé que tu y yo nos separaríamos, y menos de esta manera tan desesperada y solitaria, pero ha llegado el momento de que nuestros caminos se separen para siempre.
Siempre recordaré nuestros meses juntos, nuestras caricias, nuestras sonrisas, nuestras manos enlazadas y esos abrazos que me cortaban la respiración...pero esto es el fin. Nunca mas aparecerás en Cielo Vacío, que tanto nos unió. Quizá en donde estés puedas leer estas lineas y sabrás que pensaré a diario en ti, en nosotros. Pero se acabó.
Duele tanto, pensaba que había dejado atrás lo peor, pero la angustia es un animal extraño que se agarra a nuestras entrañas, a mis pulmones, a todo mi ser. Duele tanto, pero asi es como debe ser. Tu ya no eres de este mundo y mis vanos intentos por mantenerte en él no han resultado ser mas que patéticos. Ahora quizá eres un rayo de luz cruzando el cielo solitaria, iluminando otros mundos.
Que tu luz sea eterna, querida Patricia. Que brille para siempre. Al menos dentro de mi.
Buena suerte, adios, mi querida Patricia.
Tu desesperado Jesús, que nunca quiso perderte y sin embargo tuvo que aceptarlo. Siempre te querré.
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