Durante mucho, muchisimo tiempo, me obsesioné con los objetos. Los miraba y remiraba, los repasaba, los volvía a mirar...y siempre era lo mismo. Era imposible detectar si tenían alma o no. Mis desvelos por detectar cualquier asomo de vida minimamente espiritual en los objetos que me rodeaban era absolutamente infructuosa. Algunas noches era capaz de quedarme horas y horas mirando la lámpara de mi habitación, esperando que emitiese alguna señal, siquiera mínima, de que algo intangible pero al menos trascendente se movía en su interior. Imposible, misión imposible.
Después vinieron los animales. Los perseguía, los analizaba, los escrutaba en busca de una señal de alma. Lo que fuese. Los animales son seres mucho mas complejos que los objetos, asi que una y mil veces me llevé a engaño a mi mismo y creí ver una huella de que mi búsqueda estaba a punto de terminar. En todas y cada una de esas ocasiones, finalmente descubría que simplemente mi esperanzas se habían impuesto a mi capacidad de observación real: los animales no parecían tener alma, y si la tenían yo no era capaz de verla.
Ahora simplemente me pregunto si yo mismo tengo alma. Y la verdad es que la respuesta no me obsesiona.
Ni siquiera me importa demasiado.
suena:Television - Torn Curtain
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