Lucinda no es suave. Es dura como el hierro, su garganta está ajada, rota por el tiempo y la vida. Seguramente ha bebido y fumado mucho mas de lo que debería haber hecho. Es posible también que se haya dejado la piel en mas de una relación equivocada y consumado locos actos de amor en las mugrientas habitaciones de cualquier motel del caluroso y destartalado sur de Estados Unidos. Su voz suena a pantano, a misterio, a resentimiento y a mucha, mucha, mucha tristeza. A una honda tristeza que destila cada paso que esta mujer de hierro da.
Su congoja se desgrana en canciones, en pequeñas piezas, album tras album, año tras año. Recientemente vi un video de una de sus actuaciones y cuando el público, puesto en pie, la recibía efusivamente a su entrada en el escenario, ella esbozaba una sonrisa como pensando en lo irónico de la vida y en como su triste existencia podía gustar tanto a los que no la viven.
Ignoro si todo eso que menciono mas arriba es falso o una simple invención para vender discos. Lo dudo. Lucinda suda vida en cada concierto y en cada disco. Y mientras siga haciendo cosas tan bellas y escalofriantes como West, su último album, nada mas importa.
Si el mundo fuese justo, Lucinda estaría ganando millones. y sin embargo, a esta hora, seguramente esté recorriendo alguna perdida carretera en pos de su próximo concierto.
A veces me gustaría ser el viento que la acompaña.
suena:Lucinda Williams - Where is my love?
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