Hay películas de gran presupuesto que gastan su munición en vender humo. Hay peliculas pequeñas que adolecen de su propia pequeñez. Hay películas medianas que se quedan a medio pelo, no van ni adelante ni hacia atrás.
Y por fin, hay extraordinarias pequeñas películas con vocación de llegar a ser clásicos. Poco importa si son taquilleras o no o si ganan algún estúpido Oscar. Solo importan ellas en si mismas. Así es Memorias de Queens, la mejor película que he visto en muchos, muchos meses. Dura como la vida, tierna como la vida y con mucha vida dentro. Como debe ser.
Puede que aterre y disguste a los típicos críticos gafapastosos que han visto todo y saben todo de todas las películas del mundo mundial. Me da igual. Solo se que yo ayer me emocioné, divertí y lloré con las aventuras en Queens de una panda de chavales desorientados. Y eso no pasa todos los días.
No os la perdais.
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