Quedan pocos minutos para el amanecer y me apresuro corriendo por las calles vacías en dirección a casa: siempre he odiado llegar de día y meterme en la cama con el alba. El regusto amargo del exceso de alcohol me llena la boca de agujas y el frío polar me quiebra los huesos.
En mi cabeza, resuena un piano, nota tras nota: "...tonight we'll be free, all the promises will be broken.." Como si de una oración se tratase, la voz rota hace de timón de mis piernas cansadas. Y, por mucho que lo intento, no encuentro ninguna razón para seguir viviendo en el lugar en donde lo hago. Ni siquiera en cualquier otro. Siempre había imaginado para mi una vida heroica y salvaje, llena de intensidad. Y en cambio, viajo en el dulce vaivén de un barco atracado en puerto. Decido largarme de allí al día siguiente. Pero sé que no lo haré: ¿qué sentido tiene soñar con viajes cuando ni siquiera tienes donde ir?, ¿a donde se van las ideas que no se transforman en realidad?
Cuando llego a mi casa, ya ni siquiera oscura con la inminencia del alba, me meto en la cama vestido. Todo da igual: mi frente arde y mi cabeza da vueltas. El Sol se cuela por la persiana semicerrada y todo se llena de luz blanca. Me quedo dormido.
A mediodía despierto y tengo frío.
suena: The Byrds - John Riley
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