miércoles, 28 de abril de 2004

Javi

Nos conocimos mas o menos con 12 o 13 años. Mis padres me habían apuntado a unas clases particulares de inglés en el School of English de nuestra pequeña ciudad, posiblemente con la esperanza que en el futuro yo encontrase un buen trabajo y viajase por todo el mundo.

Desde el primer momento nos hicimos buenos amigos. Aunque él iba a un colegio diferente que el mío y todos eramos muy gregarios en ese aspecto, empezamos a vernos con frecuencia. Recuerdo que cuando acababan las clases de ingles los dos nos poniamos a pasear dando vueltas a la manzana, hablando de libros, de peliculas, de series. De mil cosas que de momento no incluían a las chicas. Eramos demasiado jovenes y demasiado inocentes, supongo. Y pasabamos horas asi, charlando, charlando, charlando....y entonces de verdad empezamos a ser amigos. Inseparables.

Al empezar el instituto quiso el azar que los dos estuviesemos en la misma clase. Ya entonces se empezó a crear un grupo de personas en torno nuestro, grupo que aun llega hasta hoy y a quienes sigo viendo. Nuestro grupo. Él y yo seguimos siendo los mejores amigos durante todo el instituto. Compartimos todo lo que se comparte a esa edad: las primeras borracheras, las primeras noches por ahi. Los grupos que nos gustaban, la manera de vestir, la manera de hablar. Lo compartimos todo. Hablamos por primera vez de chicas una noche de borrachera, nos echamos novias y jugamos juntos al volleyball. Inseparables.

Despues, nos apartaron nuestros estudios. Él se marchó a Madrid y yo a Salamanca y dejamos de vernos a diario. Os puedo asegurar que fue de las cosas que mas me costó cuando tuve que dejar mi casa: perder su compañía. Por supuesto, nos veiamos algunos fines de semana y yo de vez en cuando iba a Madrid y él venía a Salamanca. Pasé muy buenos tiempos en Salamanca y conocí a otros `migos y amigas, pero mis mejores recuerdos vienen siempre de aquellos fines de semana en los que vino él.

Tras terminar cada uno nuestra carrera y empezar a trabajar, compartimos piso en Madrid. Alquilamos un bonito piso con vistas al río y a pesar de que yo apenas pasaba tiempo en Madrid (mi trabajo me obligaba a estar casi siempre fuera, hablando ingles tal y como mis padres habían soñado) fueron buenos tiempos. Pasabamos casi todas las noches de los fines de semana descubriendo Malasaña, saliendo hasta el alba y a última hora nos comprabamos un bocadillo y bajabamos andando a casa, exhaustos pero felices, borrachos pero conscientes. Aun recuerdo el calor de aquellas noches del incipiente verano...

Despues vinieron malos tiempos y supongo que por culpa de los dos nos fuimos alejando poco a poco. Los dos empezamos a pasar mas tiempo con nuestra pareja que con el otro, supongo que lo natural. Dejamos de compartir piso y los dos nos fuimos a vivir solos por nuestra cuenta.

Nos hemos ido viendo menos, quizá en alguna ocasión posiblemente hasta nos hayamos enfadado, siempre sin exteriorizarlo. Nuestra relación tiene un componente no verbal tan grande que es posible que en muchas ocasiones ni siquiera necesitemos las palabras para entender lo que pasa. Hace unos pocos meses me anunció que se casaba con una de las mejores personas que yo he conocido en la vida, a quien tambien quiero mucho y yo me alegré de corazón.

Y esta mañana, que he venido al trabajo dando un paseo (de mas de una hora) venía yo pensando en él y en todo lo que nos ha pasado y en todo lo que nos va a pasar y en que este hombre se casa este año y en como son las cosas y en como me gustaría que fuesen. Y me he dado cuenta de que nunca le he dicho todo lo que le quiero, ni le he dado las gracias por todo lo que cuento mas arriba y mucho mas.

Y sin saber por qué me he puesto triste. Quizá por los tiempos pasados, quizá por los presentes. Quizá porque esta tarde cuando salga de aquí me marcharé a mi casa como todos los días sin quedar con él a tomar algo, como debiera ser.

O tal vez no sea mas que mi edad, que se me ha echado encima sin darme cuenta.

suena: Bruce Springsteen - Thunder Road

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