martes, 26 de febrero de 2008

Crash

Algún día, quizá dentro de muchos años, alguién volverá la vista atrás y se podrá a investigar como nos sentíamos los humanos de principios del siglo XXI. Y le va a ser dificil encontrar algo que realmente sirva para entendernos entre la ingente cantidad de material audiovisual que producimos cada día.






Crash podría ser una pista. Hace un par de semanas hablé de En El Valle De Elah, otro atronador alegato de Paul Haggis contra un mundo que agoniza y eso me animó a volver a ver Crash, pues la tenía un poco olvidada. En la soledad de casa descubrí un complicado tratado sobre las razas, el odio, el aislamiento, la lástima y la sociedad. Un fresco escalofriante, lleno de detalles mínimos, planos originales, colores apagados construidos sobre un escalofriante guión.

Muchos (incluido yo) la comparamos en su día con Vidas Cruzadas, sin caer en la cuenta que ésta es un divertimento y que Crash tiene vocación de trascender. Afortunadamente. No es una película pretenciosa, pues consigue lo que quería, fascinarnos con su retrato de una sociedad abotargada y acogotada por sus propios complejos, temores y represiones. Todo en Crash funciona como un reloj. Lloré varias veces viendo la película, viajando entre hundimientos y redenciones y cuando terminé de verla, yo era mejor persona. Y eso, eso se llama arte.

A veces, despues de momentos como este, quiero estar solo durante mucho rato, y deambular por la calle escuchando música y asombrandome de que nuestro mundo aun no se haya transformado en sangre y ceniza.


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