jueves, 28 de febrero de 2008

Ilusiones Perdidas

Nos conocimos en la facultad, como cualquier par de estudiantes de cualquier época. Ella era la chica guapa y rara y yo el hombre gris siempre serio que no se relacionaba con nadie. Fuimos amigos durante bastante tiempo, ella era una cabeza loca, siempre enamorada de algún tuno o gente de ese pelaje y yo vivía bloqueado por mi propia incertidumbre sobre que es lo que quería ser en la vida. Vivía muy cerca de mi piso alquilado, asi que normalmente volvíamos juntos a casa, ella contandome los últimos chistes que se había inventado y yo intentando parecer mucho mas guapo de lo que era.

Una buena noche de verano, calurosa como ella sola, en plenos exámenes, salimos a tomar algo por la noche y acabamos mucho mas juntos de lo que habíamos estado jamás. Yo, pobre mortal exhibicionista, deseaba que todo el mundo se enterase de que yo, el chico gris y callado, dormía con la chica mas guapa de la facultad y supongo que ella intentaba que todo quedase entre nosotros. Al menos esa es la sensación que tenía en aquel momento.

Estuvimos juntos durante mas de un año. Creo que lo pasabamos bien, es posible incluso que nos quisiesemos, no lo se. Yo nunca me sentí demasiado vinculado, aunque me seguía encantando su piel suave y fresca y el olor de su cuerpo. Poca gente debió vernos juntos, ella apenas salía (odiaba el alcohol) y yo tenía por costumbre diluirme entre sueños de bellos derrotados. Eramos una bonita asimetría, creo que me puse mas guapo entonces, todo se pega. Pidió una beca y decidió marcharse a un país europeo lleno de frío y distancia. En aquella época, las cosas no eran como ahora, imposible pensar en tener siquiera la mitad de dinero que haría falta para poder ir a visitarla siquiera un fin de semana, asi que nos resignamos a no vernos desde septiembre a Navidad.

El día que nos despedimos, de nuevo era una tarde calurosa de exámenes en Salamanca. Recuerdo que me compré una cinta con la banda sonora de Blade Runner. Así era yo en aquel entonces, un replicante de carne y vísceras. Nos despedimos en medio de abrazos, besos y sobre todo muchas promesas de esperarnos para siempre. Volví solo a casa y al entrar en mi habitación, la luz de la tarde de septiembre se filtraba por mi persiana. Tumbado, sintiendome muy triste mientras escuchaba los lamentos eléctronicos de máquinas sin alma de Blade Runner, subitamente caí en la cuenta de que era imposible, que aquella había sido nuestra última tarde juntos.

La certeza de que aquello había terminado sin un adios me ahogó durante dos o tres semanas y después me dediqué a vivir mi vida, diviertiendome mientras que llegaba el momento de su regreso. Nos cruzamos unas cuantas cartas, las cuales aun conservo en algun lugar de mi sucio trastero e incluso llegamos a hablar por telefono, al principio una vez a la semana y después mucho menos.

Cuando llegó el momento de su regreso, ahorré lo suficiente para acercarme a Madrid a buscarla y esperarla en el aeropuerto. Cuando ella salió por la puerta, nos acercamos lentamente el uno al otro, con sonrisas en nuestras caras. Y subitamente, como por obligación, ella se puso a llorar.

Después de aquello estuve muy triste durante un tiempo. Viví solo durante bastantes meses, me relacionaba con los amigos y amigas habituales, pero mi mente estaba tan lejos de lo que hacía como pudiera estarlo. Durante mucho tiempo la recordé como mi oportunidad perdida y soñé con su regreso, a pesar de todo el desinterés que yo puse durante los meses que estuvimos juntos.

El otro día volví a escuchar la banda sonora de Blade Runner y me acordé de todo esto como si hubiese sido un sueño. Me acordé de aquella chica alocada que se inventaba chistes y sonreía a todo el mundo. Creo que estuve un buen rato recordando aquellos años

Después, me levante del sofá, me cepille los dientes, me desnudé, me metí en la cama y a los cinco minutos estaba dormido.

suena: Marah - Body

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