Enfrentarse a un nuevo album de Elliott Murphy siempre es intrigante. Por un lado, sabes de seguro que habrá dos o tres temas preciosos y dulces que te tocarán directamente el corazon, dejandote la misma sensación que si hubieses paseado entre las nubes un día de otoño. Las letras se te meterán en la sangre y una o dos frases te harán sentir como si fuese la primera vez que te fijas en lo que dice una canción.
La incognita está siempre en el resto. En todos los demas temas, aquellos de los que uno no sabe que esperar. Esos que son los que hacen que un disco sea malo, regular, bueno o esplendido. Los temas que no son gemas, pero que engrandecen a las dos o tres piezas inolvidables garantizadas por album. Si nos atenemos a ese baremo, Elliott Murphy ha creado una obra maestra. ¿ Por qué? Pues porque no hay ni un solo tema de relleno en todo un disco doble con ni mas ni menos que 22 canciones (mas un bonus track). Desde que me llegó hace ya una semana creo que en algún momento todas las piezas han sido mis favoritas.
En el disco 1, las guitarras mas roqueras que de costumbre de Green River, la desnudez textual de The Last Star Of The Night, los PRECIOSOS coros de Cindy Bullens en Night Falls, los ritmos europeos (ya presentes en Eiffel Tower Blue de su anterior album) de Le Future, la bella simplicidad de Temple Bar. En el disco 2, la melancolia de Jet Lag, la diversión de A Mountain Of Love, el ritmo caliente de La Belle Sans Merci, el ritmo años 30 de Everybody Got Lucky...Absolutamente todo en este disco tiene su sentido, su sitio y su belleza.
Olivier Durand me comentaba en Segovia el pasado verano que no creía que nunca consiguiesen volver a sonar en el estudio tan compactos y efectivos como lo habían hecho en este album. Y no mentía, empezando por sus guitarras, mas inspiradas que nunca. El caso de este músico es digno de seguirse. Cada día mas personal, mas estiloso y mas virtuoso, consiguiendo acoplarse al sentimiento de cada canción y extrayendo una lágrima de cada pulsación. Los demas músicos están todos a una altura extraordinaria, es lo que podemos esperar de un plantel que ha tocado con la realeza del rock,
siempre bien encabezados por un Kenny Margolis sensacional desde hace ya mucho tiempo. Kenny es un Rey Midas de esto del rock, transformando en oro de muchos kilates absolutamente todo lo que toca. Si ha conseguido que un grupo tan rotundo como Cracker den un salto adelante en calidad (ya lo demostro en Azkena), nada se le puede resistir. Es una apisonadora de los arreglos y sus acordeones y teclados inundan este disco de "savoir faire" y dignidad.
Mención aparte: la VOZ de Elliott, mas grave que nunca y pausada, como si alguien muy sabio y anciano te susurrase los secretos de la vida en voz baja. Me imagino que lo que se siente al beberse una copa del Borgoña mas anciano debe ser muy parecido a ponerse los auriculares y escuchar este disco en la oscuridad. Uno se siente absolutamente abrumado por las sensaciones.
Y de los textos, en fin, ¿que decir? Como muestra un botón que cierra el album: Echo de menos a mi verdadero amor/ siempre la echo de menos / la echo de menos cuando estoy despierto, la echo de menos cuando duermo/ Intento llenar el agujero con incansable desatino / Hasta que la rodee con mis brazos cuando nos encontremos...Escalofriante. Yo ya tengo mi album del año y me muero de ver a Elliott en directo dentro de nada en Moby Dick. Animaos, será una noche para recordar.
suena: Eliott Murphy "The Red Lights"
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