Llevo ya horas pensando en como enfrentarme a esta entrada del diario. Después de todo lo vivido , de todo lo llorado, de la rabia, de la indignación y también del odio de estas jornadas anteriores solo queda una sensación extraña, como si un mal sueño hubiese llegado a su término. Como si algo hubiese terminado, pero nos hubiese dejado una espina amargura clavada que no puedo arrancar.
Detrás quedan 200 muertos. A todos ellos les debemos no olvidar lo que ha pasado. Les debemos un futuro que ya no van a tener. Les debemos una responsabilidad. La misma responsabilidad que hace un año no exigimos a nuestro Gobierno. El deber al que faltamos cuando a las primeras dificultades nos retiramos a nuestras casas en vez de seguir protestando en contra de una guerra injusta y genocida. Preferimos refugiarnos en nuestra pretendida impotencia que llegar hasta donde fuese necesario para parar el atroz atentado que nuestros gobernantes cometieron contra una población indefensa. Y entonces llegaron muchos muertos, que nos miran desde sus tumbas, pidiendonos que en el futuro no seamos cobardes. Que luchemos por una oportunidad mas para los que aun viven, ya que ellos nunca van a volver. Nuestra complicidad pasiva les llevó a la tumba. Quizá alguno nos consolaremos pensando que solo somos pequeños ciudadanos asustados y que no podíamos hacer nada, pero lo cierto es que debemos arrpentirnos, por habernos fallado a nosotros mismos y a ellos.
También detras queda el acto mas hermoso que hemos presenciado nunca. La entrega de muchos ciudadanos anónimos de los que sin ganar ni perder elecciones ni salir en la tele, prestaron sus hombros, sus ropas, sus fuerzas y su esperanza para consolar a los golpeados por el mas horrendo acto que este pais ha tenido la mala suerte de padecer. Sus lágrimas, mezcladas con la sangre de los muertos y los heridos claman desde el polvo del suelo para que no nos volvamos a dormir. Para que no dejemos que vuelvan a sufrir lo que han sufrido. Para que exijamos lo que es del pueblo: paz y prosperidad.
Pienso ahora en esa tarde de sábado gloriosa, donde un pueblo se levantó contra la mentira, la hipocresía y la manipulación. Yo soy aun joven, no pude vivir las jornadas del 68 en Paris. Pero os aseguro que dentro de muchos años, cuando seamos mucho mas viejos, aun recordaremos aquella jornada extraordinaria cuando nos armamos solo de razón y cacharros de cocina para apropiarnos de la calle que habíamos permitido que nos quitasen, nos sacudimos nuestra pereza y nuestro miedo a ser democratas y exigimos al poder devorador que nos dejase de engañar. Recordaremos con emoción la mirada de pavor de lo establecido, pidiendonos que volviesemos a nuestras casas, insultándonos, llamandonos antidemocratas solamente por demostrar que habíamos despertado, que ya no iba a ser tan facil manipularnos. Intimamente, tengo la impresión de que el monstruo se supo perdido en aquellas horas en las que mezclamos entusiasmo, tristeza e indignación. Y fue gracias a ti que me lees desde el trabajo, a ti que estás en casa haciendo la cena, a él que ahora ha salido a comprar el periódico. Fue gracias a aquellos que corrieron la voz de que las cosas estaban cambiando, de los que no tuvieron miedo y salieron a pedir lo que simplemente era suyo y hacia tiempo que les habían arrebatado.
Tenemos una responsabilidad. La responsabilidad de cuidar de nuestra democracia, que casi hemos permitido morir en estos años pasados. Fuimos tantos los que miramos a otro lado, los que dejamos gobernar a la sinrazón solo por pereza o por esa vieja excusa de que no nos identificabamos con nadie para no ir a votar. Nos debe servir de lección para que nunca mas ocurra. El compromiso que hemos adquirido con nosotros mismos debe atarnos para siempre. Cuidemos de nosotros, nadie lo va a hacer en nuestro lugar. Esta vez nos han salvado algo tan frío como unos pocos chips. Mensajes de texto, emails, mensajes de voz que volaron en la tarde-noche mas emocionante que recuerdo. No lo pueden controlar todo y ahí reside nuestra fuerza. En los pequeños resquicios por donde no caben los peces enormes pero si cabemos los pequeños. Y mientras sigamos cuidando nuestros resquicios, podremos seguir gritando que no, que no pasarán.
Ante nosotros, se abre otro horizonte. Un despertar de sueños que muchos creíamos nunca acabarían. Debemos desterrar los malos modos, recuperar la convivencia. Será dificil cerrar nuestras heridas, una cruda tarea. Pero el empeño nos traerá el éxito. Debemos evitar reflejarnos en ellos, asumir sus maneras. Aprenderemos a respetar y a no perder los nervios. Que no nos arrebaten la imaginación, que no nos roben nunca mas nuestra individualidad ni nuestra dignidad. Exijamos justicia no solo con nosotros mismos sino con los que son mas débiles que nosotros. Fraternidad y solidaridad.
¿La verdad? Desde este lugar del mundo donde os mando esta carta me siento muy pequeño y muy asustado por la tarea que se nos viene encima. Ademas estoy triste, muy triste por todos esos que en estos días de atrás nos han abandonado para no volver.
Pero a la vez, entre las lágrimas que me caen por la cara al recordar todo lo vivido en estos días tan especiales puedo esbozar una sonrisa, porque el camino que adivino adelante está lleno de Sol.
Y creo que lo que mas me apetece es que lo caminemos todos juntos.
Jesus Jeronimo - 15 de marzo de 2004
suena: Bruce Springsteen - The Rising
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