Londres es como una vieja amiga. Los reencuentros siempre son complejos: uno no sabe que contarse, los silencios son mas largos e incomodos de lo habitual y busca en su interior intentando que todo sea como siempre. El caso es que poco a poco uno se relaja, se siente cómodo y acaba teniendo la misma simple intensa relación de siempre.
Londres es una ciudad oscura, en enero es casi siempre de noche y no se ve nada. Hay poco ruido, aunque sea en Navidad, la gente solo grita en los pubs y sus gritos desafinan el silencio.
Londres es un mar de nacionalidades. Llena de inmigrantes que ya no lo son. Los londinenses no son de ningun sitio, simplemente londinenses. Una basta y compleja cultura de influencias multinacionales con olor a curry, salchichas y salsa de Yorkshire. Siempre dispuesta a asaltarte por sorpresa, la ciudad duerme muchas mas horas que mi adorada Madrid.
Y sin embargo, tu y yo, hemos llenado de luz la mas crepuscular de las metropolis mundiales. Hemos coloreado el camino gris que lleva hasta Hyde Park, sonreído al aire frío del Támesis, guiñado el ojo a un oscuro pub gay (el único pub gay de Londres?), pateado fascinados los intrincados reflejos de realidad de Rodin, avasallado a los ávidos comerciantes de Camdem, hemos silbado juntos las melodías de un loco musical, celebrado que ya era 2007 bailando con el NYD Parade. Hemos comido poco y mucho, masticado poco y bebido rápido. Sabemos lo que es que la noche se rompa en relampagos de colores, conocemos el sonido del silencio del Royal Albert Hall y nos es familiar el olor de las ostras de Harrods.
Pero mucho mas importante, hemos aprendido a querernos. Seis días rompiendo a la Pérfida Albión con nuestros besos y abrazos, con nuestra pequeña y abrupta manera de ser felices.
Enhorabuena, querida. Ya somos de luz.
suena: Wilco - Misunderstod
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